29 de mayo de 2010

La expiación de Nicky

Ella está delante mía con el móvil entre sus manos, una costumbre que desde hace pocos días ha empezado a adquirir. Y aquí estoy yo, mirándo a sus ojos fijos en el aparato y su ceño fruncido siendo tapado por mechones y mechones de pelo rubio mientras la bandeja ,que contiene el olor a beicon frito y a queso fundido que hace gruñir mi estómago, es despreciablemente olvidada encima de la mesa. Siempre me hace lo mismo, es una experta perdedora del tiempo, ella es la más lenta en terminar y la que empieza siempre después y yo ya me veo la escena:
"-Bueno... ¿Qué? ¿Empiezas?. -
-No, no, empieza tú.- diria con ésa voz aguda que hace latir mi cabeza cuando no hay ibuprofeno cerca. "
Y acto seguido, yo, que me muero de hambre, comenzaría a engullir - que no comer- mi bocadillo y cuando fuera por la mitad de él la princesa no habría ni empezado y luego pasaría lo que más rabia me da: mirar a alguien comer mientras yo no tengo comida.
- ¿Comemos?. -
- Sí. -
Y es tan simple, la frase es la misma pero usando el plural todo va como la seda, como si no la conociera. Mientras comemos -plural- en silencio miro el videoclip que sale en la pantalla de fondo. Al pasar al siguiente me percato que el silencio se ha prolongado demasiado. Es algo inusual, quizás esté siendo una paranoica controladora pero hasta en el cine nos encontramos para enviar a la otra una mirada de comprensión. La miro a los ojos que los tiene fijos en la bandeja y cierro el puño estrujando el bocadillo. No me mira, sabe que la estoy mirando y no me mira.
Mientras arranco migajas de la punta del pan repaso mentalmente lo que he podido hacer mal. Le he guardado el sitio, hemos ido al Starbucks que ella quería, la he llamado para quedar e incluso para despertarla y que no llegara tarde para ir a ver a nuestra amiga... nada. Y entonces caigo, mientras la vuelvo a mirar y el corazón me da un salto. Está llorando. No lagrimea, pero mira arriba, para que las lágrimas no caigan, con los ojos bien abiertos, para que se puedan secar.
Y, avergonzada, sin saber qué decir dirijo mi vista no a la pantalla sino al cartel de al lado. "La felicidad está en los buenos momentos"
¿Qué felicidad y buen momento hay aquí?
Repasa, repasa... ¿Qué ha pasado? Le he gritado. Sí. ¿Con razón? ¿Es razón suficiente que me importe más mis estudios que un chico que apenas acabo de conocer? Si ¿Es razón suficiente que vaya mal con las horas de estudio? Sí ¿Es razón suficiente que quiera aprobar no solo por mí, ni por mis padres, ni siquiera por la vergüenza de suspender sino por ella? ¿Por la que quiero compartir no solamente un sueño sino una vida? Sí
¿Por qué no consigo verlo? ¿Por qué sigue mirando arriba?
¿Quizás por que la he dejado a solas? Puede ser, eso sería muy de ella pero... ¿Acaso no ves que no es solamente por mí?
Soy tan cobarde... ¿Por qué no soy capaz de decirselo bien, sin gritar? ¡Al menos gritando! Ahora me miras, y me hablas y yo disimulo, estoy haciendo ver que no me he enterado de todo ésto. Otra muestra de mi valentía ausente. Y hago ver que miro la tele con los videoclips mientras mordisqueo los últimos trozos de mi bocadillo.
Y la idea no se me ha ido en toda la tarde, y tengo una oportunidad, la oportunidad que me ofreces en el facebook y a la que contestas: "Que bonito te ha quedado" .
Y yo estoy defraudada.
No quería sonar a frase de powerpoint quería sonar a mí misma,
no quería que quedara bonito sino que fuera sincero.
Y horas después sigo pensando y llego a mi casa y no sé cómo decirselo, porque debo decirselo.
Y aún así todavía no lo consigo. ¿Por qué me costara tanto expresarme? ¿No ves a través de mí?
Nicky... ¿Por qué eres tan estupida?

1 comentario:

  1. Me ha encantado leerlo. No sé ni a qué se refiere ni si es real, pero yo le daría un consejo a la narradora; no pegarse tanto, por si acaso, o más que nada, marcar límites... Pero sigue habiéndome encantado.

    ResponderEliminar